Scott Pilgrim contra el mundo.

Es una película muy divertida a partir de una idea realmente original, el amor presentado como un videojuego: Scott, chaval de unos 23 años más o menos que para salir con la chica de sus sueños, Ramona, deberá derrotar a la Liga de los 7 malvados ex. Con esto os podéis imaginar el resto.  En realidad, presentado de esta forma, lo que aprende Scott es a dejar atrás su propio pasado y a respetar el de la persona con la que quiere estar.

Con este argumento es muy fácil caer en una película que acabe resultando ñoña o demasiado empalagosa, pero esto no sucede debido a que está muy bien llevada por ese camino del videojuego. Su fotografía está realmente integrada en el mundo imaginario que crea, siendo ésta una mezcla entre los videojuegos clásicos de máquina de recreativos, videojuegos estilo Final Fantasy y el comic manga. Sus personajes secundarios son los que ponen el broche de oro y hacen que sea tan divertida, entre ellos el compañero de piso de Scott, un gay que está hecho todo un ligón y experto en el “radiomacuto”,  y la batería del grupo en el que toca Scott, antigua novia suya muy seria y callada, que sonríe dos veces contadas en toda la película y cuando habla es para hacer algún comentario irónico, pesimista, o ambos al tiempo.